Sagan entra en la historia




El ciclismo es ese deporte en el que el líder del Tour viste de maillot amarillo, el ganador del Giro de Italia se enfunda en la maglia rosa, el ganador de la Vuelta se distingue con el rojo y Peter Sagan tiene como segunda piel el maillot arcoíris de campeón del mundo. Desde lo conquistó en Richmond en 2015, no lo suelta. Ayer el corredor eslovaco entró en la historia del ciclismo, o logró un puesto aún más destacado en ella, porque ya se encuentraba entre las leyendas vivas de este deporte.


Sagan se ha adueñado del arcoíris. Ya no sabe correr con otros colores, más que los de la selección eslovaca en cada nuevo Mundial, en el que se quita la prenda que le acredita como campeón del mundo sólo para volver a vestirla cuando termina la prueba. Llegó Sagan tocado de salud a Bergen. Tanto, que causó baja en la crono por equipos con el Bora. En un momento de la prueba en ruta disputada ayer, el propio ciclista eslovaco "pensaba que se había perdido todo". Marchaban por delante el francés Julian Alaphilippe y el italiano Gianni Moscon, dos de los ciclistas que mejor rodaron en la Vuelta. Había escaramuzas, pero no parecía que las grandes selección se pusieran de acuerdo al frente de un grupo de unos 25 ciclistas entre los que llegaban los grandes candidatos a la victoria, incluido un solitario Sagan, sin compañeros al lado. 

Entonces, cuando el ciclista eslovaco lo daba todo por perdido, cuando parecía que Alaphilippe tenía opciones reales de proclamarse campeón del mundo, se fueron las imágenes, se cayó la retransmisión. Un fallo técnico muy serio que, desde luego, no merecía un Mundial tan bien organizado y con tanto calor y color del público como este de Bergen. No vimos la parte decisiva de la prueba, pero eso casi le dio más misterio. Literalmente, nadie sabía que estaba ocurriendo. Suponíamos que las selecciones más potentes, como la belga o la italiana, tiraban del grupo. Imaginábamos a Sagan desesperado, temiendo tener que despedirse de su querido arcoíris. 

Cuando los ciclistas llegaron a estar al alcance de las cámaras de meta (las únicas que sobrevivieron al fallo), Alaphilippe ya no era cabeza de carrera, y se preparaba un sprint reducido. Naturalmente, Sagan estaba bien situado. En Richmond se peleó el Mundial atacando en rampas duras. En Doha se batió con varios de los mejores velocistas del mundo. Y en Bergen tocaba volver a exhibir punta de velocidad. Se impuso Sagan en un final muy ajustado al local Alexander Kristoff, quien recordará el Mundial en su tierra con una medalla de plata. Tercero fue Michael Matthews, quien ronda el arcoíris, pero que descubre cada año que sigue siendo coto privado de Sagan. 

El ciclista eslovaco, que dedicó el pasado Mundial a los refugiados que llaman a las puertas de Europa ante la indiferencia generalizada, se acordó ayer en su nueva victoria de un motivo de alegría y otro de tristeza en el recuerdo. "Quiero dedicarle la victoria a Scarponi, que mañana hubiera cumplido años (38) y a mi esposa, que está esperando nuestro primer hijo", declaró. Grande dentro y fuera de las carreteras. Decíamos el año pasado por estas fechas que Sagan es lo mejor que le ha pasado al ciclismo en muchos años. No sólo es un corredor excepcional, es que además es un ciclista carismático, un showman, alguien con un perfil magnífico para el ciclismo, porque atrae los focos al deporte de la bicicleta.

La proeza de Sagan es histórica. Sólo cuatro ciclistas habían ganado tres veces el Mundial, pero ninguno lo había hecho de forma consecutiva. Saga se suma así al Olimpo del arcoíris, con Alfredo Binda, Óscar Freire, Eddy Merckx y Rik Van Steenberger. Se pone al frente de todos ellos, por la hazaña de lograr estas victorias de seguido.

La selección española hizo lo que pudo, que no fue mucho. Tampoco se esperaba demasiado más. Intentaron los hombres de Javier Mínguez ser protagonistas y entrar en fugas, pero faltaba un líder y el recorrido no era el más idea, lo cual se notó. La suerte no acompañó, ya que medio equipo español se fue al suelo en una caída en la última vuelta que dejó sin opciones al combinado nacional. Al final, Jonathan Castroviejo, trigésimo segundo, fue el mejor español en un Mundial para olvidar para España, pero que perdurará en la memora de los amantes del ciclismo como aquella cita en la que Sagan entró por la puerta grande en la historia de este deporte. La vida sigue igual, Sagan vestirá de arcoíris, al menos, otro año más.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Me parece increíble que alguien que se autodefine como feminista, dedique tantos halagos a un machirulo que no duda en tocar el culo a una azafata (toda una agresión sexual) o a firmar un autógrafo en el escote de una aficionada sin pedirle permiso previamente.
Alberto Roa ha dicho que…
Gracias por comentar, anónimo. En el artículo hablo de ciclismo. No tengas duda de que repruebo las actitudes machistas que comentas. Es perfectamente compatible. Un saludo.