Froome gana el Tour ante un excelso Movistar

Chris Froome ha sentenciado hoy su segundo Tour de Francia. Thibaut Pinot ha unido su nombre a la prestigiosa lista de ganadores de etapa en el Alpe d'Huez. Los corredores del Movistar Nairo Quintana y Alejandro Valverde han certificado su presencia en el podio final de París. Alberto Contador, que ha acabado quinto, ya piensa en la próxima edición del Tour, al que llegará sin haber corrido antes el Giro. Vincenzo Nibali, ganador de la pasada edición de la ronda gala, se marcha cuarto en la general y con una victoria de etapa. El Movistar acaba como líder por equipos tras una ronda sensacional y Chris Froome vestirá en París, además del amarillo, el maillot blanco a puntos rojos. 

Hasta aquí, el acta notarial de lo ocurrido hoy en la penúltima etapa del Tour, la última en la que se podía intentar cambiar algo en la general. A partir de aquí, el cúmulo de emociones, la exaltación de la valentía de este hermoso deporte en una cumbre mágica, de esas cuyo nombre hace estremecerse a todo amante del ciclismo, el Alpe d'Huez. Porque la etapa ha sido maravillosa, una jornada portentosa en la que en realidad nada sustancial ha variado respecto al día precedente, pero a veces eso es lo de menos. En la vida, y el ciclismo no es en el fondo más que una fabulosa representación de la vida, importa mucho más el camino que el destino. Movistar acaba líder por equipos y con dos puestos en el podio, segundo y tercero, pero lo trascendente, lo que será recordado de esta ronda gala, es que el conjunto telefónico, en contra de lo que erróneamente algunos creíamos atisbar en las etapas anteriores, no se ha rendido y lo ha probado hasta el final. 

Obligados a rectificar estamos quienes, desde nuestro cómodo sofá frente al televisor, criticamos la estrategia conformista, así la llamamos, del equipo de Eusebio Unzué. Nos equivocamos. Nada de eso. El conjunto español ha intentado poner patas arriba la carrera en la ascensión a la Croix de Fer primero y en el legendario Alpe d'Huez. Nos equivocamos al pensar que el Movistar no atacaría, o que no lo haría tan de lejos. Hoy lo han probado, con tantos kilometros en las piernas, con la fatiga acumulada de todo el Tour, con la falta de fuerzas que a estas alturas de carreras todos los corredores arrastran. En ambos puertos ha repetido estrategia el Movistar, táctica valiente, arrebatadora. Primero se movió Valverde, espléndido, asombroso, y después llegó el movimiento de Quintana. En la subida final a Alpe d'Huez le ha servido de gran ayuda a Quintana su compatriota y compañero de equipo Winner Anacona. Al final sólo le ha metido 1:20 a Froome, distancia insuficiente para asaltar el primer puesto. Por el esfuerzo de Quintana, que cuenta sus dos participaciones en el Tour con sendos segundos puestos y sendas victorias, claro, en la clasificación de los jóvenes, no ha quedado. 

Aún con el regusto dulce de esta sensacional etapa, es tiempo de hacer balance de este Tour. Chris Froome es su ganador, muy justo vencedor. El ciclista británico de origen keniata, ganador en 2012, dio un recital esplendoroso en la primera jornada pirenaia. Tal fue su poderío que dejó tocada la carrera, hundidos a sus rivales, desconsolados los aficionados que querían ver un duelo entre los grandes candidatos a ganar la carrera, que eran cuatro (Froome, Quintana, Contador y Nibali), de los que sólo dos han terminado en el podio. Froome ha ido de más a menos. En los Alpes tan sólo se ha defendido, ha manejado con inteligencia la distancia marcada en los Pirineos. La última semana se le ha hecho muy larga, pero ha sabido regular. El ciclista del Sky ha sufrido insidias y críticas sin fundamento, a día de hoy, de aquellos que lanzan insinuaciones sistemáticas sobtr todo aquel corredor que destaca. Froome, con su pedalear desgarbado, con sus miradas constantes al medidos de vatios, con su forma de correr tan poco elegante, pero tan efectiva, gana a lo grande el Tour. Excepcional su carrera. 

Nairo Quintana, sorprendentemente maduro y sosegado para su edad, venía a este Tour con aspiraciones de ganar y hasta el final de la jornada de hoy de Alpe d'Huez lo ha intentado. Es, así lo seguimos pensando muchos, el mejor escalador del mundo. Vuelve a ser segundo y tiene 24 años. Es un corredor destinado a marcar una etapa en el ciclismo, llamado a ser ese gran campeón tiránico y temido por todos que han sido en los últimos años Contador o el propio Froome. No encuentro un sólo fallo en el Tour de Quintana, un único destello de falta de madurez, un tropiezo impropio. Y a su edad eso es poco frecuente. Cierto es que ha contado con la ayuda de Valverde, incondicional, impagable, sublime. Como decía antes, muchos vimos en la actitud de Movistar en las primeras etapas ainas una actitud conformista que en la jornada de ayer y, sobre todo, en la de hoy, ha quedado claramente desmentida por los hechos. Quintana tiene ya dos segundos puestos del a Tour y una victoria del Giro. Los primeros logros de un ciclista llamado a seguir en lo más alto durante muchos años. 

Nada más entrar en meta, después del enorme esfuerzo de la última jornada montañosa del Tour, Alejandro Valverde ha atendido a los medios españoles que cubren el Tour (carrera que siempre gana en épica y magia con la radio). A través de las ondas hemos podido escuchar al ciclista del Movistar llorar de emoción. Es su primer podio en la ronda gala, "algo que he perseguido toda la vida y al final se ha podido conseguir", ha contado entre sollozos. Sería oportunista venir aquí a glosar los méritos de Valverde, su grandeza sin par, si no fuera porque lo hemos hecho siempre. Valverde es el ciclista español más injustamente tratado por la afición ocasional, esa que sólo ve el Tour de Francia, y por parte de la entendida. Es el único ciclista del pelotón internacional, el único, que gana carreras de febrero a octubre. El único que es competitivo en grandes vueltas, en clásicas, en montaña, en crono, en carreras de una semana, en el Mundial... Lás lágrimas de Alejandro Magno muestran cuán importante era para él, y cuán anhelado y merecido, hacer podio en el Tour. 

Del ciclista murciano se ha dicho que se equivocó al empecinarse en disputar la general del Tour y no centrarse en las clásicas. Puede que en el fondo de esta afirmación haya un poco de verdad. Valverde no es un súper especialista en carreras de tres semanas, aunque tiene una Vuelta en su palmarés, y menos en el Tour, prueba donde la suerte le ha sido especialmente esquiva. Pero es falso decir que Valverde ha dejado de disputar, y de ganar, grandes clásicas. Es tan sencillo como consultar su interminable palmarés. Ninguno de los grandes nombres del ciclismo español en su historia han sido tan completos como Valverde ni de lejos. Este podio es un premio a su constancia, a su clase, a su inconformismo y a su hambre insaciable de victorias. El Movistar de Valverde y Quintana, además, se lleva el primer puesto en la clasificación por equipos con una hora sobre el segundo. El único conjunto español en la máxima categoría mundial lleva dos años siendo la mejor escuadra según el ranking World Tour y su excepcional Tour es su última conquista. 

En los próximos días hablaremos más sobre otros protagonistas del Tour y resumiremos la carrera. Ahora tan sólo hacemos un hueco en esta crónica al ganador de la etapa de hoy Thibaut Pinot. Tercero en la edición del pasado año de la ronda gala, por delante de Valverde, precisamente, el joven ciclista francés llegaba a la carrera con aspiraciones, al menos, de repetir el resultado de 2014. Ha estado lejos de poderlo lograr, pero sin embargo ha buscado de forma incansable un triunfo de etapa con el que demostrar a la afición gala que puede seguir contando con él para el futuro. Su última semana de Tour ha sido para enmarca, igual que la de Bardet. Tanta perseverancia ha tenido premio y Pinot, que ha entrado en la fuga del día, inscribe su nombre en una de las curvas de Alpe d'Huez, privilegio reservado sólo a los ganadores en las rampas de este legendario puerto donde el Tour, la carrera más importante del mundo, nos ha regalado su último gran espectáculo de esta edición antes del paseo triunfal mañana por la tarde de los supervivientes por los Campos Elíseos parisinos. 

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